domingo, 12 de septiembre de 2010

La guerra de los treinta años

La Reforma provocó en Alemania los más sangrientos conflictos y la guerra de los Treinta Años convirtió al Sacro Imperio Romano Germánico en el campo de batalla de las potencias europeas.
Iniciada en 1618, la llamada Guerra de los Treinta Años no fue, en realidad, una única guerra, sino una serie de conflictos europeos que se extendieron desde ese año hasta 1648, en los que participaron la mayoría de los países de Europa occidental, y que en su mayoría se libraron en lo que hoy es Alemania, Austria, Holanda y Bélgica.
El origen de la lucha fue puramente religioso, consecuencia del enfrentamiento entre los partidarios de la Reforma de la Iglesia promovido por Lutero y la contraparte, fiel a la Iglesia católica. Sin embargo, posteriormente el conflicto se fue extendiendo y cambiando, pasando de ser una guerra de religión a ser una puja entre los príncipes alemanes con la intervención de otras potencias europeas, especialmente Suecia y Francia, quienes se encontraban deseosos de frenar el poder de la familia Habsburgo.

 Paises contendientes

Catolicos                                                 Protestantes 
Francia                                                                              Alemania
 España                                                                               Holanda
    Flandes                                                                              Dinamarca
                                                                                       Suecia

Sus inicios

La fragilidad de la Paz de Augsburgo, un pacto firmado en 1555 entre el emperador Carlos V y los príncipes luteranos de Alemania, quedó manifiesta durante el reinado del emperador Rodolfo II de Habsburgo (1576-1612). En muchos lugares de Alemania fueron destruidas las iglesias protestantes, se impusieron limitaciones a la tan duramente negociada libertad de culto y los oficiales del emperador convirtieron el Tratado de Augsburgo en la base de un resurgimiento general del poder católico. Con la creación en 1608 de la Unión Evangélica, una alianza defensiva de príncipes y ciudades protestantes, y de la Santa Liga Alemana (1609), una organización similar formada por los católicos a modo de respuesta, se hizo inevitable el enfrentamiento. La facción bohemia de la Unión Evangélica lanzó el primer ataque. Oprimidos por las agresivas políticas de la jerarquía católica en Bohemia, los protestantes, que eran mayoría en esta región, exigieron la intervención de su rey, el futuro emperador Ferdinand II de Habsburgo; éste, ferviente católico y candidato a heredar la Corona del Sacro Imperio, ignoró la petición de sus súbditos protestantes.





El 23 de mayo de 1618, una delegación de protestantes del reino de Bohemia se presentó en Praga, la capital del imperio, para exigir explicaciones al gobierno respecto a las medidas cada vez más rigurosas que afligían a los reformados. La entrevista subió de tono y, airados, los delegados tiraron por la ventana, a los fosos del castillo, a dos consejeros católicos checos y a un secretario del emperador. Los defenestrados se salvaron gracias a un  montón de estiércol que estaba allí. 
Este acto, conocido como la Defenestración de Praga, supuso el comienzo del levantamiento nacional protestante.

Las razones del conflicto eran numerosas:
  • Motivos religiosos como el antagonismo entre católicos y protestantes.
  • Motivos políticos como el deseo de autonomía respecto a los Habsburgo.
  • Motivos territoriales pues muchos príncipes querían ampliar sus estados.
Al día siguiente de la defenestración, los rebeldes organizaron un contragobierno; recaudaron impuestos, reclutaron un ejército, expulsaron a los jesuitas y lanzaron una importante ofensiva diplomática por toda Europa. El elector del Palatinado, Federico V, tomó la dirección de los rebeldes. Al principio los Bohemios consiguieron algunos éxitos: el 31 de julio de 1619 proclamaron la federación de Bohemia y el 26 de agosto designaron rey de Bohemia a Federico V. Pero dos días después, Fernando de Estiria fue elegido emperador con el nombre de Fernando II. La escalada del conflicto resultaba inevitable.
El 8 de noviembre de 1620 se desarrolló cerca de Praga la breve batalla de la Montaña Blanca. Hubo 5000 muertos del lado protestante y 500 del lado católico. Federico V se vio obligado a huir mientras que sus leales imploraban el perdón al vencedor. El emperador emprendió una sangrienta represión y una campaña de conversiones forzosas.
En 1621, la reanudación de la guerra entre la España católica, aliada de los Habsburgo, y las Provincias Unidas reformadas señaló el final de la tregua de los doce años. A partir de 1625, Cristian IV, rey de Dinamarca, intervino contra el emperador en nombre de las “libertades germánicas”, sobre todo porque esperaba aumentar su control sobre el Báltico y obtener algunos obispados secularizados, pero resultó derrotado por el ejército católico del caudillo Wallenstein, firmó la paz de Lübeck y se retiró del conflicto en 1629. El rey de Suecia Gustavo Adolfo prestó ayuda a los protestantes. Su ejército, disciplinado y bien equipado, resultó particularmente eficaz.
La Francia de Richelieu al principio se había contentado con alentar a los adversarios de Habsburgo – las Provincias Unidas, Dinamarca y Suecia -, pero Richelieu, inquieto por los resultados de Gustavo Adolfo que amenazaban con inclinar la balanza a favor del protestantismo, mandó ocupar Lorena (sitio de Nancy), aunque Francia no intervino directamente en el conflicto hasta 1635, cuando declaró la guerra a España.
En su ultima fase, la guerra perdio su caracter religioso y se convirtio en una guerra entre borbones y habsburgo por el dominio de Europa. Richelieu decidio participar activamente en la guerra que habia contribuido a desatar mediante la diplomacia. Aliada Francia nuevamente a Suecia, ambos ejercitos obtuvieron en 1645 victorias q pusieron fin a la contienda.

La paz de Westfalia

La paz de Westfalia es como se conoce a dos acuerdos alcanzados en las ciudades de Osnabrück y Münster en 1648, uno el 15 de mayo y el otro el 24 de octubre. Según estos tratados, se ponía fin a la guerra entre los estados beligerantes en Alemania, príncipes protestantes por un lado y Sacro Imperio y católicos por otro, y se concluía también el enfrentamiento que durante ochenta años enfrentaba a España con la República de los Siete Países Bajos.  
Los representantes diplomáticos del Sacro Imperio Romano-Germánico, España, Francia, Países Bajos, Suecia y una multitud de príncipes alemanes se reunieron en un acontecimiento diplomático sin precedentes, después de un conflicto de dimensiones extraordinarias que había arrasado por completo a Alemania, y que había supuesto la ruina de las pretensiones de la casa de Austria, tanto la rama española como la imperial.
Consecuencias

Al final de la guerra de los treinta año, Francia, convertida en la primera potencia del continente era dueña de Alsacia , Lorena,y los obispados de Metz, Toul y Verdun. la continiacion de la guerra con españa terminada en 1659 por la Paz de los Pirineos le aseguro ademas la posesion de Rosellon, Cerdeña y Artois.

España, muy debilitada, habia sufrido la destruccion de su flota, la sublevacion de Cataluña, la perdida de Portugal y una insurrecion en Napoles. Tambien en los Paises Bajos la derrota estuvo de su lado aunque logro descender a las provincias meridionales de los ataques de holandeses u franceses. Alemania salio del congreso de Westfalia convertida en una debil federacion de 350 estados, cada uno de ellos con una politica exterior independiente. El poder imperial, consolidado en Austria, Bohemia y Hungria quedo muy debilitada.
Suecia termino la guerraconvertida en una potencia de primer orden. Obtuvo la Pomerancia occidental y de los ducados de Brena y Verden, y el control de las desembocaduras del Weser, el Elba y el Oder, con el derecho de asistencia y voto en al Dieta Imperial. Gracias a sus brillantes conquistas, convirtio al Baltico en lago sueco. En 1660 obtuvo los territorios que le permitieron compartir con Dinamarca el control del paso por el estrecho de Sund.
Pero las consecuencias de la paz de Westfalia fueron más allá de un simple reajuste territorial. En primer lugar, rompió la idea defendida por España y Austria de la universitas cristiana, por la cual el Emperador y el Papa podían mediar en los asuntos de toda la cristiandad por considerarla una gran República de distintos Estados, sometidos en última instancia a los poderes tradicionales. Triunfaba así la idea de Estado francesa, por la cual se rechazaba la injerencia de poderes extraños en los asuntos internos del reino, y se afirmaba con una legalidad independiente sobre un territorio determinado. De este modo, conflictos clave como la religión del Estado quedaron inmediatamente solventados: cada soberano decidía su confesión y las guerras de religión, que ensangrentaban Europa desde tiempos de Lutero, desaparecerían en adelante.
El papado quedaba de este modo apartado definitivamente de la participación que venía ejerciendo en las decisiones de la política europea, y el Imperio se convertía en una institución caduca que había perdido la mayor parte de su influencia sobre la Alemania de los príncipes, que ahora operaban con completa autonomía.
Todo ello estaba encaminado a instaurar un orden que garantizase la estabilidad en Europa, al margen de querellas religiosas, sostenido sobre la equidad legal de los Estados, sin importar su tamaño o poder. Ello implicaba una reforma en el Derecho Internacional que tuvo vigencia hasta que entraron en juego nuevas ideologías a principios del siglo XIX, como el liberalismo y posteriormente el nacionalismo, con principios nuevos y completamente revolucionarios, que harían mutar el mapa europeo.


                      

































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